Freud deja el diván y habla por Skype

Stefano Bolognini. El presidente de la IPA habla aquí del congreso de 2017 en Buenos Aires donde asumirá como presidenta la argentina Virginia Ungar.

POR HECTOR PAVON

La intimidad. Ese es el leit motiv que animará el 50º Congreso de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA) que se realizará en julio de 2017 en Buenos Aires. Con ánimo de anticipar ese importante encuentro estuvo en una semana de micho frío el presidente de la IPA, el psicoanalista italiano Stefano Bolognini quien se refirió a las cuestiones y novedades que inquietan al mundo de analistas y pacientes. Justamente en la cita de julio terminará su mandato y tendrá el honor de entregarle el mando a la primera mujer analista que presidirá la IPA, la argentina Virginia Ungar. ¿Estaremos en la era del posfreudismo? Bolognini, psiquiatra y psicoanalista, asiente -en la biblioteca de la Asociación Psicoanalítica Argentina- cuando se le pregunta precisamente sobre un neoestadio de la tradición heredada del gran padre Sigmund Freud. Explica: “El posfreudismo, está en mi mente. Se construyó como un árbol, con un tronco que es Freud. Pero es verdad que hay ramas que se desarrollaron desde Freud, sin desmentir básicamente lo que él describió pero añadiendo nuevas ideas, observaciones clínicas y teóricas. La obra freudiana es un punto de partida en la educación de los analistas pero también es la base implícita del psicoanálisis de hoy. Cada rama quiere ser ‘El’ psicoanálisis. Hay escuelas de pensamiento, y caracterizaciones muy fuertes en los diferentes terrenos”.

–¿Cómo conceptualiza al analista argentino en el mapa del psicoanálisis?
–Lo que me impresiona es ese espíritu de curiosidad intelectual que no encontré en ningún país. Son colegas que leen, discuten, intercambian de manera muy intensa, con una continuidad entre el tiempo del trabajo con los pacientes y el tiempo con los colegas. Hay una continuidad cultural que impresiona. En otros países hay excelentes analistas que se interesan sólo en artículos técnicos. Con los colegas de aquí se habla de política, cultura, arte, cine, y de psicoanálisis.

–Además el tema está presente en los medios. Se sabe, por ejemplo, quién es el terapeuta del presidente…
–En Europa las intervenciones y la presencia de analistas en los diarios es muy rara. Acá me parece que es muy común. Creo que tendrían que publicar la fotografía de un argentino que no esté en análisis. ¡Eso sería raro!

–¿Qué novedades hay en la relación entre el paciente y el analista, en la escucha, el silencio, la intervención?
–La participación subjetiva del analista en el trabajo es más natural que en el pasado. Antes el analista estaba callado, de una manera más estereotipada, para crear vacío, lo que hoy sigue siendo importante en el análisis. Pero se reconoce también la importancia de la contribución subjetiva del analista, porque esto puede facilitar el contacto del paciente con áreas de sí mismo que no se contactan fácilmente con lo usual en su vida cotidiana. El analista, sin invadir el campo de la transferencia que se desarrolla de manera inevitable y conflictiva, tiene un cuidado ulterior para las condiciones en las cuales la experiencia analítica de contacto interior con sí mismo del paciente puede ser logrado. El paciente tiene que reproducir sus dificultades en la relación con sí mismo y con el otro a través de un grado de abstinencia y de neutralidad del analista. Pero el analista tiene que ocuparse de la organización interior e interpsíquica de la relación del paciente con sí mismo y del paciente con el analista. No es un problema de confort, es un problema de poner el otro en condición de trabajar mejor en la sesión, de asociar, de recordar, de intercambiar de manera vivible. La neutralidad del analista significa que el analista no sabe lo que se desarrollará y no es que el analista está anestesiado. Neutralidad es resonancia abierta a las muchas partes del paciente y de la relación. Para mí la empatía psicoanalítica no es ser concordante con la parte más superficial del otro, sino mantenerse potencialmente en contacto y abiertos con todas las partes del paciente. Inclusive con las partes contradictorias, conflictivas. Esto ha sido un desarrollo muy importante en más de un siglo de psicoanálisis, porque al comienzo, teóricamente, los analistas tenían que ser seres de hielo. Observadores lo más preservados posible. Hoy el analista razona, convive, coopera con el paciente.

–El psicoanalista lacaniano argentino Juan David Nasio dice que si un paciente tiene una relación muy estrecha con su perro, puede llevarlo a sesión. ¿Comparte esa sugerencia?
–Freud trabajaba con su perro… Se dice que el perro de Freud conocía el tiempo de la sesión y cuando se levantaba, la sesión terminaba… Creo que el perro puede representar una maravillosa compañía también porque es un compañero fiel, constante, amable. Yo aprendí de mi perro la idea de espontaneidad. En Estados Unidos, muchos analistas de los últimos 25 años la han valorado como un contacto directo preconsciente y consciente con partes de sí mismo, componentes importantes en el juego relacional general y en el análisis. El psicoanálisis ha sido una integración importante para lograr que el psicoanalista pueda razonar también con lo que corresponde el paciente.

–¿Qué pasa con el diván? ¿Hay que llevarlo al anticuario?
–No… el diván mantiene su lugar privilegiado, que permite también al analista estar más relajado sin ser controlado continuamente. Los analistas se adaptan a la posibilidad del paciente. Pero el diván, cuando es posible utilizarlo, es todavía un medio muy relajante, para el analista primero, y después para el paciente. Tener enfrente una mirada que te controla muchas horas al día no es fácil.

–¿Funciona el análisis por Skype?
–Hay una gran discusión en el mundo psicoanalítico al respecto. Se plantea que faltan partes en la imagen. Pero muchos valoran que personas que están muy lejos puedan trabajar con su analista con regularidad, etc. Poco se dice del cansancio del analista, de ser controlado horas, con la cara del otro más cerca que si fuera un consultorio. Esta cara controladora frente a la del analista, es algo cansador. Pero si no hay alternativa, puede ser la manera indicada para hacer un trabajo analítico. Nunca se había pensado, hace diez años, de hacer un tratamiento analítico así. Existía el teléfono, claro. Estamos en una fase experimental.

–Desde el punto de vista del analista conceptos como angustia, dolor, sufrimiento, merecen una relectura con el paso del tiempo ¿no?
–Sí, pero son conceptos base. El contacto con el dolor, por ejemplo, es un pasaje universal que permite la recuperación de la integridad, de la sensibilidad humana. El dolor es fundamental como pasaje en un tratamiento. La angustia existe y siempre existirá, es un campo de trabajo para nosotros. Pero la naturaleza humana no cambió. Hay diferencias culturales, de tradiciones familiares. Por ejemplo, el mundo asiático va abriéndose al psicoanálisis. El Edipo ¿es igual en todas partes? Vamos a saberlo porque los asiáticos ahora empiezan a hacer realmente psicoanálisis, no es una imitación.

–Pero, el afuera ha cambiado. Este es un mundo muy distinto de aquel en el que nacimos…
–Sí, el mundo cambia. Cambia el exterior, cambia en las redes sociales, en las costumbres. Poco se habla del cambio de la familia. En muchos países el divorcio no existía y hoy es muy común. ¿Qué significa esto para las nuevas parejas? ¿Qué significa para los hijos? Hoy las personas son más libres pero están mas solas. Ser soltero hoy es más frecuente que en el pasado. Las personas se organizan de manera más individual. La estructura de la personalidad, el super yo, es menos fuerte cultural y socialmente que en el pasado. Hay más problemas de límites que en el pasado cuando tenían problemas de libertad.

–¿Y podemos pensar que el terrorismo ha cambiado costumbres entre los europeos, por lo menos?
–Es un tema inquietante, no sólo por sus consecuencias reales, que son enormes, sino también porque desestabiliza el sentido de la gente de poder viajar, intercambiar, conocer, y poder confiar en los otros. Crea una desconfianza generalizada: la gente no sabe quién el otro y cree que podría ser un asesino o una buena persona. Y esto crea clima de incertidumbre y miedo.

–¿Por qué eligieron la intimidad como tema del próximo congreso internacional de la IPA?
–Ha sido mi responsabilidad. Para mí es representativo de una profundidad psicoanalítica donde hay pasaje de cosas entre las personas, desde el interior de uno al interior del otro. Lo que ocurre en sentido corporal entre una mamá y su bebé, o en una pareja, etc. Algo puede pasar y cambiar la condición del otro. Puede calmar el hambre, fertilizar, evacuar dolores o dificultades que sean compartidas por dos personas. Es un pasaje profundo, y sin este pasaje no puede frecuentemente existir un cambio en la condición del otro. Si una persona nunca experimentó algo de intimidad con otra persona es difícil que pueda reproducirla. Como analistas nosotros favorecemos un proceso de creación de intimidad posible, vivible, a través de los equivalentes psíquicos de esto pero tienen una realidad que no es menor que la realidad corporal, es equivalente. Nosotros trabajamos en la equivalencia.